Lo que tenemos que observar es desde qué Yo nos relacionamos. Si la persona con la que estamos relacionándonos nos trata desde el Yo padre, es posible que nosotros nos vayamos al Yo niño.
Y si nos damos cuenta, podemos ponerle el límite adecuado para que deje de hacerlo y nos trate desde el Yo adulto. Cuando nosotros nos vamos solitos al Yo niño, es posible que la otra persona se vaya al Yo padre o madre.
Lo saludable, es tener relaciones equilibradas, y relacionarnos con otros adultos desde el Yo adulto. También es muy, pero que muy saludable, sacar al Yo niño natural, al divertido, curioso, juguetón, con nuestra pareja, amigos, compañeros, en relación de igualdad, estando las dos partes en el Yo niño, desde la diversión y el juego.
Por último, nos iremos al Yo padre, preferiblemente al nutricio, cuando seamos padres y nuestros hijos sean pequeños. Porque como ya hemos visto, a medida que se van haciendo mayores tenemos que ir soltando ese rol de Yo padre, para que ellos puedan crecer y madurar, desde la autorresponsabilidad, la seguridad, el aprendizaje a través del error sin tener detrás al Yo padre que castiga y / o sermonea. De esta manera, estaremos facilitando a nuestros hijos un buen desarrollo del Yo adulto.