El miedo en la infancia
¿Quién no tiene miedo? Nadie. Todos tenemos miedos. Cada uno los suyos, diferentes miedos y diferentes intensidades. Y ¿qué hacemos con ellos? ¿sabemos manejarlos para que no nos coman?. Empecemos por la explicación racional. Luego ahondaremos en cómo enfrentarlos y así poder enseñárselo también a nuestros hijos…
El miedo puede ser real o imaginario. Un miedo real se da cuando nuestra vida está en riesgo, hay posibilidades de dañarnos físicamente. Es supervivencia pura, y muy útil. Porque el miedo que sentimos cuando nuestra vida está en peligro hace que nuestro cuerpo reaccione a todos los niveles y opte por la mejor solución según las circunstancias. Por ejemplo, si estamos enfrente de un león que viene a atacarnos, sólo una parte de nuestro cerebro entra en funcionamiento: el hipotálamo, el hipocampo y la amígdala cerebral. El resto de las funciones de la corteza prefrontal se desconectan (la capacidad de raciocinio, creatividad, capacidad de respuesta, etc). En ese momento, sufrimos un secuestro amigdalar. Nuestro cuerpo genera hasta 30 hormonas diferentes para que, entre otras muchas cosas, nuestro corazón bombee más rápido, toda nuestra sangre la enviamos a los músculos, nuestras pupilas se dilatan… En definitiva, todo nuestro cuerpo se prepara para las únicas 3 reacciones posibles: parálisis, ataque o huida. Pues bien, esto mismo ocurre si es un miedo imaginario, porque nuestro cerebro sólo recibe los estímulos y no distingue si son reales o imaginarios. Todos son iguales y reaccionamos de la misma manera.
El miedo puede ser real o imaginario. Un miedo real se da cuando nuestra vida está en riesgo, hay posibilidades de dañarnos físicamente. Es supervivencia pura, y muy útil… todo nuestro cuerpo se prepara para las únicas 3 reacciones posibles: parálisis, ataque o huida.
Una vez descrito cómo funciona nuestro cerebro ante el miedo, vamos a centrarnos en los miedos imaginarios, que son los más frecuentes: Son anticipaciones de lo que imaginamos que puede pasar en el futuro. Pero no está pasando, y probablemente no suceda, pero sólo con la anticipación, lo vivimos como real. ¿Qué hacemos con ellos? Pues lo primero es no negarlos. Existen, están ahí. Lo que podemos hacer es aprender a manejarlos para que no nos coman como si de un león de verdad se tratara. Reconocerloses un gran primer paso. El decir: tengo miedo a… Y aceptarque es así. Muchas veces ni siquiera se los expresamos a nadie, porque si lo hacemos, nos los pueden desmontar racionalmente muy rápido y ya no podemos seguir dándoles un lugar. La respuesta puede ser: sí, tienes razón, es un miedo no razonable, aun así siento miedo. Y no es bueno negárnoslo. Y una vez reconocido, validarlo, “me permito sentir miedo”, sentirlo en el cuerpo y aceptarlo. Aquí radica gran parte del trabajo con los miedos, porque hacer que se esfumen, que desaparezcan por arte de magia, es sumamente complicado (casi imposible…)
Los miedos imaginarios, son los más frecuentes. Son anticipaciones de lo que imaginamos que puede pasar en el futuro. Pero no está pasando, y probablemente no suceda, pero sólo con la anticipación, lo vivimos como real… Y una vez reconocido, validarlo, “me permito sentir miedo”, sentirlo en el cuerpo y aceptarlo.
Una vez reconocidos, validados y aceptados, nos queda una parte más práctica. El cómo dominarlos para que ellos no te dominen a ti. Cada uno desarrollamos nuestras estrategias: unos pasamos a la acción, otros lo trabajamos desde la racionalización, otros miramos para otro lado (evitación)…etc. cada uno, lo hacemos lo mejor que podemos y sabemos. Una estrategia buena puede ser el cambiar nuestro foco de atención, no evitándolo, sino haciendo un cambio de perspectiva. Sentimos el miedo, lo reconocemos y lo aceptamos, y el siguiente paso puede ser buscar otro punto de vista. Centrar nuestra atención en soluciones, ante esa situación imaginaria, pensar en qué es lo peor que podría pasarnos. ¿Y lo mejor? Buscar nuestros recursos internos para afrontarlo. Pensar en qué hemos hecho anteriormente para superar otros miedos del pasado, porque seguro que los recursos ya los tenemos. Otra opción es estar en “el aquí y el ahora”, sin anticipar lo que podría pasar, estar centrados en nosotros mismos y lo que nos ocurre ahora.
Sentimos el miedo, lo reconocemos y lo aceptamos, y el siguiente paso puede ser buscar otro punto de vista o estar en el “aquí” y “ahora”.
Con los niños, el miedo funciona exactamente igual y por lo tanto hay que tratarlos de igual manera. Vamos a poner un ejemplo práctico con el miedo a los monstruos, los terrores nocturnos, etc. Son casos muy recurrentes que llegan a nuestra consulta, padres preocupados que no saben cómo ayudar a sus hijos a superar esos miedos. Lo primero que sugerimos es: reconóceselos; No los niegues, tu hij@ siente miedo. Da igual a qué. Valídaselo. Si les decimos: “pero cariño, si debajo de la cama no hay ningún monstruo”, y tratas de que mire para comprobar que no hay monstruos, se lo estamos negando. El que nosotros no los veamos no quiere decir que no existan, al menos en su imaginación. Vamos a intentar describir cómo sería el proceso:
- Te sugerimos que utilices la pregunta como vehículo para que expresenlo que les está pasando cuando han verbalizado que tienen miedo:
¿qué es lo que te asusta? ¿te dan miedo los monstruos?
¿cómo son? ¿dónde sientes en el cuerpo ese miedo?
De esa manera, se sienten acompañados.
- EL siguiente paso sería la validación: “claro cariño, a mí también me daría miedo si sintiese lo que tú estás sintiendo” “Entiendo que te de miedo” “Puedo sentir que tienes miedo”, etc.
- Y por último, que aporten ellos su propia solución:
¿Qué te gustaría que pasara? ¿quieres que se vayan? ¿cómo puedes echarles de debajo de la cama? ¿necesitas algo para echarles? ¿quieres que lo hagamos juntos? Y hacerlo, expresar en voz alta, “monstruo, vete, fuera, no quiero que estés aquí” Puede ayudarse de una espada, un tirachinas, arco y flecha o una varita mágica. Lo que el niño decida.
Es probable que los miedos vuelvan a aparecer, que siga habiendo monstruos debajo de la cama, pero le has dado a tu hijo los recursos necesarios para afrontarlos y es posible que se vayan haciendo cada vez más pequeñitos hasta que terminen por desaparecer. El niño se sentirá más seguro, y estará desarrollando habilidades para afrontar otros miedos según vaya creciendo.
Esta estructura que proponemos, puede hacerse para cualquier tipo de miedo. También podemos abordarlos desde juegos simbólicos, por ejemplo, a través de los cuentos.
Aquí os dejamos algunas sugerencias de cuentos para trabajar los miedos:
“Yo Mataré Monstruos por ti”
A través de la historia de Martina, una niña que siente un enorme miedo porque le aterroriza pensar en el miedo porque le aterroriza pensar en el mundo de monstruos terribles que habita a nuestros pies. Pero al revés, claro. Es un cuento para afrontar el miedo a la noche, a los monstruos, pero también el miedo a lo desconocido.
“Los Demonios Caca”
Libro para los más mayores de la casa, en el que se trabajan nuestras sombras porque todos llevamos un demonio caca por dentro, es nuestro lado oscuro, nuestra sombra negativa. Y debemos escoger si permitimos que nos invada y le entregamos nuestra vida para que sea él quien la gobierne, o si lo domamos, lo domesticamos y vivimos con él, volviéndolo inofensivo.
“Los Niños, el Miedo y los Cuentos”
En este libro se ofrece a los padres, maestros y en general a todas las personas relacionadas con el cuidado de los niños, una herramienta adaptada para los miedos infantiles: los cuentos terapéuticos. En este libro se develan los detalles prácticos para crear y contar cuentos que curan a los niños con miedo.
DP Tejiendo Redes